El Nuevo Orden (del que tanto se habla y nadie sabe qué significa, salvo Bush y la siniestra compañía), es el nuevo advenimiento de la sombra de la “voluntad de poder” (tan recurrente en la Historia y reconocible en sus intenciones) a través de una acción militarista (despliegue y exposición de fuerza) y destrucción, a través de una campaña de demagogia al uso de proporciones internacionales. Es natural que otros no hinquen sus rodillas ante esta mayúscula pretensión de gobernar el mundo a golpe de bombardeos sistemáticos y estrategias policíacas y económicas, y reaccionen como lo hacen: el rebelde conoce sus derechos y no permitirá que se los pisen ni humillen.
Mientras no se restituyan los derechos adquiridos e inalienables de los estados pequeños, como el de los palestinos, no habrá paz, ni humanidad (el santo fundamento de todo progreso). Derechos que la ONU en repetidas ocasiones desde los años 60 vienen recordando a quien corresponde, a la sordera disfuncional de algunos represores que todos ya conocemos aquejados de una locura (esperemos que) transitoria.
Nihil Scitur