Todo pasa. Todos somos pasajeros y tal vez, si eres afortunado, alguien te espera, esperan tus amigos, tus padres, los que te bendijeron alguna vez en el camino. Te abrazan. Te miran con la verdad debajo de los párpados, y el corazón en la mano diestra. Luego, existes.
Aunque, más tarde, volvieras a la soledad como el que retorna a casa, al embrión de un proyecto que es el que se mira en el espejo. Trabajas. Piensas. Lees. Te mueves. Aprendes. Olvidas. Descansas, respiras el aire limpio de los pinares de Guadarrama; miras, sin cansancio, la línea pura del horizonte; la altura en aquella cumbre y, a veces, lejos y alto sobre nieves perpetuas esa naturaleza te premia con el sedante silencio, o con el gorgoteo del agua correr del arroyo balbuciente de montaña. Soportas la historia de la sinrazón que deshumaniza este mundo con los ojos demasiado abiertos. Te resientes del lado áspero del cielo que te ignora, que nos ignora. Pasan los malos momentos; pasan los buenos: el jazmín que siembra la buena gente que conoces [por casualidad o no] y los guardas en la cajita de plata de la memoria. Abrazas, besas a la mujer que amas y lloras como un gilipollas y no sabes por qué, ni quieres saberlo, qué importa; aunque intuyes que ese instante describe [sin palabras] el misterio de la vida, que aún no comprendo. Luego, existes. Dudas sólo lo imprescindible: pues el mundo es una llaga abierta en el costado del Hombre y sobre ella llueve sal, y como Tomás, el discípulo que quiso verificarlo por sí mismo, metes el dedo en la herida; ya que es difícil creer, no puedes creer que haya tanto dolor y miseria sobre la faz de la Tierra y aun así exista, sea tanta también la indiferencia, la indolencia, la desmemoria [y si no es así: sólo está teñido de vulgar e inútil caridad limpiaconciencias, cuando lo que es necesario se imponga una voluntad verdadera de resolver esos problemas con políticas sociales activas de un presupuesto digno, y ninguna guerra de las que emprenden los sapos iscariotes. Todo cuesta.]
Todo pasa. Somos pasajeros [en mi caso, pasajero polizonte y capitán y rebelde amotinado, si se diera la ocasión, contra el rumbo falso, contra la mentira del norte] y un día, adiós, adiós, muchachos. Llegas a tu destino. Te preguntas entonces qué dejas en el camino, las pequeñas antorchas de tu paso en los otros, otras almas, incluso, si eres fértil, hasta regalas el pasaje a otro viajero que sería tu hijo y esperas de él que... qué sé yo, qué pueda saber un pobre ignorante como el que escribe: espero que sea libre y un ser humano digno de serlo, un buen navegante que no tenga miedo a la libertad, a pensar sin miedo las innumerables posibilidades del océano, que no pierda el horizonte de la compasión, de su propia humanidad, pese a la fiereza de este viaje que es la vida en la nave de los locos.
Todo pasa, todo queda.
Nihil Scitur
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