Del sentido de escribir en el mundo que nos toca sobrevivir, de la responsabilidad de hacerlo y de la necesidad del arte para conjurar los males (los propios y los colectivos) y manifestarlos (el síntoma de la dolencia, la descripción exhaustiva de su naturaleza y sus partes) y tal vez repararlos o aliviarlos (por supuesto, dentro del campo de lo posible).
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Aun si sólo una voz se oyera en el desierto, tuviera el valor de gritar con la convicción que desprecia la amenaza de quienes gobiernan u ordenan o imponen un solo pensamiento, el suyo de cabestro castrado, (les caería como la meada de Gargantúa). Esa voz no se perdería en la nada, los caminos de las ideas son inescrutables y cuando llegan a buen puerto no hay quien las lapide por mucho que las excomulguen: ahí quedan en friso, en columna o en templos para la posteridad. Las ideas no se crean ni se destruyen, sólo (es su naturaleza) se transforman.
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Pero escribir, ¿para qué? Escribir para estar al lado de los vencidos, los marginados, los desheredados, los pobres, los hambrientos, los injustamente tratados (o condenados desmesuradamente) y tomar partido por ellos; escribir para molestar a los poderosos, para ponérselo más difícil; escribir para despertar la conciencia dormida de los que escuchan y entiendan que en este mundo hay aun más mundos posibles y con derecho a la vida, pues, la realidad es pluricelular; escribir para joder a los censores, escribir para que no se olvide la Historia.
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Por fin, rehabilitando su honor contra el poder de un dios indiferente, la serpiente se desliza, danza y marca su huella sinuosa sobre las calientes y vírgenes arenas del desierto, es el dibujo de aquella energía telúrica de la que brotan sueños e ideas, sensaciones y creación liberada. Mil palabras, una tras otra, como una infinita línea de hormigas haciendo hormiguero; todas cobran sentido una vez escritas, impresas, dichas, escuchadas. Luego, qué importa, su destino ya se ha cumplido; en otros ojos, oídos, corazones o inteligencias resurgirán de sus cenizas, porque el debate ya está abierto, comienza el espectáculo.
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¿Fin?
Nihil Scitur