Quién se ha llevado mi queso? Cómo adaptarnos a un mundo en constante cambio” de Spencer Johnson es una fábula de corte infantil para adultos que, según reza la nota editorial, quieran prosperar en estos momentos de cambios; casi émulo de Samaniego o Iriarte, o tal vez de algún laboratorio bioquímico de Texas, cuyas ratas reciben el premio o el castigo según sean listos o tontos en laberintos electrificados. Pero ya hace casi 27 siglos se sabe que las cosas cambian, fluyen sin reparo ni pausa, la historia, el tiempo, el río Aragón descendiendo del Pirineo. “Todo fluye, nada permanece”, dijo Heráclito. El concepto no es nuevo, aunque sí original que sea un queso que se mueve, cada cual le ponga a este “queso” el nombre y lo represente en sus fueros como mejor lo determine: un día estaba, otro ya no: es natural. Dos ratas van tras él por un laberinto inextricable con aptitudes y convicciones diferentes o diversas. Un día fueron a desayunar y desapareció, ¿quién se lo ha llevado? Tampoco importa ese quién, sino dónde (si lo quieres, andarás tras sus huellas). De todas maneras, nunca he comprendido por qué no se ponían de acuerdo las dos ratas y se repartían el trabajo de encontrarlo y el beneficio de hallarlo.
Los futuros economistas, los empresarios,... lo debaten en sus facultades, sus ínclitos profesores se lo dan a leer y cada discípulo lo interpreta: cierto que es un buen ejercicio. Dada la materia que manejan, parece que les quiere sugerir o trata de los beneficios, el dinero, la plusvalía, que la fortuna no mengüe sino se amase y se amontone, crezcan los balances positivos y los gráficos de colores adornen las paredes de los despachos de gestión económica como un Tiziano o un Picasso en alza. Luego, gocen con fruición de sus altísimos dividendos como los cerdos en el lodo; no obstante, alguien se pregunta a costa de qué. Adaptarse al cambio, aceptarlo bajo la resignación de un Job, que es práctico y realista, que aprovecha las oportunidades para ganar la “big money”. Todo vale. Incluso, si los cambios esenciales estuvieran determinados por causas flagrantemente injustas y/o criminales. Pero, se adapten y prosperen, y como el Zelig de Woody Allen, el hombre camaleónico, intégrese en el cínico entorno y repita: “todo el mundo lo hace por qué no también yo, qué hay de malo en eso. Lo único que quiero es que me quieran”.
El buen negocio (o sea el queso) no siempre es un bien fácilmente domesticable. Un día está en Irak, otro en el supermercado de la esquina o en el departamento de márketing cortejando al consumidor para que compre cosas inútiles que no necesita. Pero nunca (y no creo que se refiera a esos bienes) los fundamentados en la humanidad y la paz, la concordia y el reparto justamente distribuido (el hambre, el sida también es otra guerra que libra el tercer mundo, pero ésta sí honorable, en la que deberíamos participar seriamente, aunque muy cara); los fundamentados en el “NO TODO VALE” para conseguirlo. El actual gobierno USA de Bush es el paradigma de un mundo que asoma desalentador, una motor de muerte y desolación e injusticia. Dónde será la próxima guerra, ¿Irán, Siria?, ¿dónde está el queso esta vez? La lista rata, que es blanca y de ojos de fuego, (por ejemplo, la General Motors o la Coca Cola, el Pentágono y otros etcéteras) sabe qué hacer para alcanzar los mayores índices de beneficios. Sabe dónde está el queso en cada momento. Sin embargo, el que escribe no sabía que a los buitres les gusten los lácteos, sino los cuerpos sacrificados en campos de batalla, en ciudades, en pueblos: donde niños, mujeres y hombres mueren sin saber por qué por asesinos uniformados y sin nombre o por aviones o helicópteros invisibles preñados de muerte. NO TODO VALE para alcanzar el preciado queso. No vale mirar a otra parte y esconder el gaznate en otro agujero.
Hoy como nunca es bien cierto decir y cito versos de Luis Cernuda, tal como están las cosas y a la sazón la máquina de un capitalismo desatado como una bestia sin alma: “Estoy en la ciudad alzada para su orgullo por el rico / adonde la miseria oculta canta por las esquinas / o expone dibujos que me arrasan de lágrimas los ojos.”
Hoy planea por mi vida como una alondra herida una tristeza sin objeto, cuando miro de frente (sin apartar la mirada) el mundo que alborea. Pero responsables somos todos, cada cual su tasa. Que nadie la eluda y responda sin la “mauvaise foi” de maquillar la verdad tarareando en la ducha el “maquíllate, maquíllate” de Mecano.
Nihil Scitur