El mismo gesto de pensar otras posibilidades, el generar pensamiento acerca de lo que nunca se atrevió a plantearse, es el comienzo, el basamento de un hombre libre. Recuerdan aquellas primeras líneas de Albert Camus: El hombre rebelde es el que dice no. Esta verdad no anda tampoco muy lejos para los mismos fines. Ahora sé porque dicen que se usa un tanto por ciento mínimo, pero suficiente de nuestra inteligencia. Sé que es un esfuerzo extra, y qué no lo es. Pero, ¿por qué lo fácil, lo cómodo?
Les sorprendería saber lo que les asusta que un ciudadano piense a contracorriente o algo inusual o sencillamente piense en voz alta, que elijan opciones que no estaban en el programa, en la lista simple y además que proteste en masa, aunque les echen los perros antidisturbios u otras cosas innominables, los encarcelen o los maten. Esos nuevos pensamientos tal vez serán (o no) en un futuro cercano el bagaje de una sociedad que progresa y se construye en marcha (la revolución permanente) si no se lo impiden los que ya pararon de pensar: los conservadores en distintas raleas, a veces, embozados y escondidos tras una máscara, una chaqueta nueva. Que piensen los ciudadanos por sí mismos no lo esperan (es decir no repitiendo como loros a otros mastuerzos mediáticos, sino desde un radical posicionamiento personal después de una larga búsqueda, un largo esfuerzo). Esperan que sigan una inercia social, de aceptación ciega de lo que hay sin plantearse nada más, tenerles ocupados en sus pequeñas codicias. El silencio de los corderos.
Nihil Scitur