La Bitácora Del Filósofo Errante - Filosofía a deshoras. Diario Filósofico y Rebelde | Daniel Espín.

El Que Contempla Este Mundo Como Un Océano Sin Sentido, Fragmentario Y Efímero En La Era De La Náusea Bajo El Signo De Un Dios, Que Es, Inútil.

Nihil Scitur

jueves, abril 28, 2005

AZORÍN Y UN MEFISTOFÉLICO MADRID (En homenaje)

Azorín se traslada a Madrid en 1896 y, como era habitual en muchos otros desde que Madrid se convirtiera en capital del reino (1561), buscaba hacerse un hueco en la república de las letras. Podríamos incluso decir que vendió su alma, como otros tantos, a cambio de esa brizna de fama y reconocimiento algo vano y falaz como pronto comprendiera.

Podemos ser testigos de esos sentimientos encontrados con los que se enfrenta en unas hermosas páginas de su novela "Antonio Azorín" (III parte). El "personaje" principal llega a Madrid, y comienza a trabajar en uno de esos periódicos que trazaban el tráfago tragicómico de la vida capitalina. Las crónicas que escribe son casi terribles cuadros del fin de siglo ya cercano y del fin de un imperio español venido a menos en el mundo. A veces exagerando, añadiendo unas gotas de hiel, según confiesa él mismo. "Ya soy un periodista político terrible. Para ser periodista político no se necesita más que tener mala intención". Pero no era así, ese personaje, "Antonio Azorín" no tenía mala intención: sólo que tal vez era necesario comportarse de la manera que todos lo hacían con esa suerte de radicalismo, esa mala semilla. Ya comenzaba a ser tentado, a perder parte de su alma y era consciente que así sucedía. Todo iba a la velocidad del diablo, y se acostaba tarde: "esta vida precipitada me fatiga", contaba a Pepita Sarrió en carta que enviaría a provincias, a Petrel, en el Levante español: allí adonde su alma estaría a salvo.

Es aquel reloj, que Azorín disminuirá a "relojito" con la calidez emocional que comporta, al que da cuerda todas las noches y marca su tiempo pequeño en contraste con el tiempo, el reloj que marca las idas y venidas de un Madrid veloz y voraginoso; es aquel reloj "de andar suave" un recuerdo del ritmo vital que era el suyo y propio. Y, también, lo será aquella torre puntiaguda de la iglesia y aquellas campanadas que le devolvían a ratos el acta de propiedad de su alma que firmara con un mefistofélico Madrid.

Así que buscará la salvación en Pepita Sarrió, ella en la memoria será una garantía para no perderse "en medio de esta aridez" y caer en la tentación selladora de tratos diabólicos; sus ojos "anchos y azules" podían resarcirle en parte el perjuicio de ser una marioneta de los tiempos modernos.

"No estoy en mí mismo. He de escribir muchas cosas que no tengo ganas de escribir. He de hablar mucho con gentes a quienes apenas estimo. Tú sabes que yo hablo poco. Soy un hombre de recogimiento y de soledad; de meditación, no de parladurías y bullicios. Y cuando, después de haber estado todo el día hablando y escribiendo, me retiro a casa a estas horas, yo trato de buscarme a mí mismo, y no me encuentro. ¡Mi personalidad ha desaparecido, se ha disgregado en diálogos insustanciales y artículos ligeros! Y yo no creo, Pepita, que hay un tormento mayor que éste. Nos pueden robar nuestra hacienda, nos pueden robar la capa y el gabán; ¡pero robarnos nuestro espíritu! ¿Comprendes tú, Pepita, que haya una cosa más terrible que ésta?"

Nihil Scitur

Enlázalo, si quieres... Escrito por Daniel Espín @ A las 18:50 horas... La Bitácora Del Filósofo Errante.

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§ COLOFÓN

Este mammotrectus comenzóse a publicar en las calendas de noviembre,
día de todos los santos, año de 2003, desde la muy noble
e ilustre villa y capital de los
Carpetanos.

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NIHIL /\ SCITUR

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Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.
[...]
Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz...”
Blas de Otero,
Pido la paz y la palabra.
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