La Bitácora Del Filósofo Errante - Filosofía a deshoras. Diario Filósofico y Rebelde | Daniel Espín.

El Que Contempla Este Mundo Como Un Océano Sin Sentido, Fragmentario Y Efímero En La Era De La Náusea Bajo El Signo De Un Dios, Que Es, Inútil.

Nihil Scitur

miércoles, noviembre 26, 2003

LAS MÁSCARAS DEL CARNAVAL COTIDIANO (O de la autopsia del otro semejante)

Los médicos de la corriente empírica en Grecia (en torno al siglo iii a. C.) entendían por “autopsía” el primer momento (de tres): el proceso de recogida de datos concretos y observables (ni más ni menos) sobre la dolencia del paciente (es decir, etimológicamente, “El ver algo con los propios ojos”). En eso se diferenciaban de los “apriorismos” del viejo Hipócrates y la vieja medicina. Pero no preocuparse, no daré lección de como destripar cadáver alguno; este término sólo me da pie de buen y atinado apuntador a una rutinaria reflexión. Si lo que vemos delante con los propios ojos Sinceramente Es o No Es o siempre Parece o te hace creer, te miente, te engaña, te camela, te corteja y a qué precio, te trata y ni siquiera quiere hacerlo falsificando el amor o la amistad (que la falsedad se les atragante)...

Por eso nos preguntamos si el otro semejante, el que tenemos delante como ajeno a uno mismo, fenomenológicamente, “el que está ahí y mañana quién sabe”, es de fiar, podemos otorgarle nuestra confianza o, por el contrario, como elemental factor de supervivencia, tendremos que desconfiar o a medias sin bajar la guardia, calculando cuánto daño podría hacernos si abriéramos la puerta o 20 o 50 grados. Nunca fue más útil aquella “autopsía” de los médicos griegos que confiaban en la experiencia que puedes tocar y te marca. Que fueron más allá de lo aparente desde los primeros signos visibles que observaban, aunque acertar no es fácil y errar es moneda corriente y desgraciadamente copiosa en número. Tendremos que ser rigurosos y atender a los dictados de la ciencia en lo posible y no precipitarse nunca ni en la hipótesis ni en la ley.

Se dice que el rostro es la imagen imperfecta del alma, y el alma es, digamos, la instancia verdadera, digamos, la intimidad insoslayable del individuo: ¡quia!, que nadie se va a engañar a sí mismo y si lo hace es otro ensayo y no éste. Pero sabemos que hay máscaras que pasan desapercibidas bien puestas de mil tejidos y bordados. La máscara es intrísecamente parte de toda persona. De hecho la palabra “persona” hace referencia literal a ese enmascaramiento: los actores en la antigüedad hablaban a través (“per”) de ella y el sonido de sus voces ("sonare") pasaba resonando como por el filtro de la máscara. Es la primera barrera del Personaje que cada uno interpreta en el Gran Teatro del Mundo desde antes incluso de nacer. Es la vestidura de todos los días, no saldremos sin ella: no saldremos desnudos, porque este mundo es algo frío y te sacaría el corazón si te descuidas (pues, la ocasión hace al ladrón). Un parche a este pinchazo: autopsia a tiempo y certera. Tampoco hay que exagerar, nos llevaría (como parece que está sucediendo) a una sociedad insosteniblemente paranoica; y, además, es injusto que se haga recaer la culpa siempre en el otro distinto, pagan justos por pecadores. Mirarse en el espejo, verse la viga en el propio ojo y la autocrítica es saludable y, no tengo duda, hace mejores a las personas o menos injustas.

Se dice, también, que dos almas se ven una frente a otra con la transparencia de un manantial de montaña, cuando en la brevedad del encuentro se disuelven las máscaras y viven la verdad de un tiempo que se detiene. No importa la duración o donde. Sí, es posible. El Azar te regale esos momentos en los que dejas la armadura, la adarga y el yelmo de acero templado en el valle, y te elevas en ascensor sin cadalso al Monte Ventoux donde la brisa y su perfume es de verdad y no imitación ni falso remedo, donde la lectura del libro abierto del mundo es otra, tal vez, más indulgente: insistiendo en su belleza y alicientes (que son muchos y variados) y no en sus horrores (por todos es sabido). Confiando en el otro...

No obstante, siempre hay un término medio en caso de duda (y que no falte, como en la buena filosofía, o en el buen pensador que se precie): elige la medida con una razonable vara de medir y sin ira ni odio o envidia o celos o miedo o cualquiera de las modalidades de irracionalidad que se clarean por ahí (del tipo que sea); elige con templanza y acertarás.

Nihil Scitur

Enlázalo, si quieres... Escrito por Daniel Espín @ A las 19:47 horas... La Bitácora Del Filósofo Errante.

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§ COLOFÓN

Este mammotrectus comenzóse a publicar en las calendas de noviembre,
día de todos los santos, año de 2003, desde la muy noble
e ilustre villa y capital de los
Carpetanos.

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Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.
[...]
Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz...”
Blas de Otero,
Pido la paz y la palabra.
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