Me considero un ateo [imperfecto], no obstante, me emociona que haya religiosos como vosotros, los que andáis tan cerca del mensaje de Jesús, y me emociona que seáis tantos, especialmente, en Latinoamérica. En verdad, sois el pan y el vino, aunque os nieguen tres veces. San Francisco de Asís sonríe al veros. Cuanto quisiera que vuestra manera de entender el cristianismo contaminara el Vaticano mismo [hasta el punto de que así san Pedro pueda desmontarse piedra a piedra y que cada una de ellas se trasladara adonde fuera necesario con humildad y desprendimiento, como un pedacito de corazón, sin tanto dogma y prejuicio inútil y tantos oropeles, por y para los más desfavorecidos por el injusto y porcino sistema económico que predomina, el de los vencedores y la guerra]; y sobre todo contaminara a la tan reaccionaria jerarquía de la conferencia episcopal española de la Iglesia Católica, tan ambiciosa de poder e influencia y de viejas fórmulas teocambistas y nacional-católicas: el poder [y otras cosas] les pierde y sin duda perderán [otra vez] su alma auténticamente cristiana si os "crucifican" tal y como parece. Cierto que ya es costumbre de las curias eclesiásticas "crucificar" a los más díscolos: "crucificaron" a Jon Sobrino o a Leonardo Boff y manejan "a la diestra" como un sable una larga lista negra de proscritos y "descarriados". No sé cómo no se avergüenza el Vaticano. No sé cómo no se avergüenzan los Rouco Varela y su "santa compaña", los nuevos inquisidores del integrismo religioso en España. Estos gentiles no se han enterado que la Iglesia no son ellos solos y su orgullo ortodoxo, sino la Comunidad en su conjunto y las bases cristianas; y qué mal y qué interesadamente la curia interpreta el espíritu y la letra del Concilio Vaticano II, que se lo guisan y se lo comen.
Mi corazón está con vosotros. Si en algo he de creer, creo en vosotros y en vuestra labor pastoral y social. Ojalá hubiera más sacerdotes en España que enseñaran el Evangelio como lo enseñáis vosotros y que fuera el pan de cada día. Entonces obraría el milagro: primero, que resucitaría Cristo de sus cenizas; segundo, que la curia pontificia y otras cúpulas gallonadas cabrían por el ojo de una aguja e incluso hasta entrarían en el cielo a lomos de un camello.
Un abrazo. Desde Madrid,
Daniel Espín.
Nihil Scitur
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Notas solidarias.
Si queréis enviar algún mensaje de apoyo y enteraros de la peripecia que les aprieta, pero no ahoga a estos sacerdotes de Madrid: visitad la página de la parroquia del barrio de Entrevías, San Carlos Borromeo.