La Bitácora Del Filósofo Errante - Filosofía a deshoras. Diario Filósofico y Rebelde | Daniel Espín.

El Que Contempla Este Mundo Como Un Océano Sin Sentido, Fragmentario Y Efímero En La Era De La Náusea Bajo El Signo De Un Dios, Que Es, Inútil.

Nihil Scitur

viernes, marzo 11, 2005

JUAN LARREA Y EL PERÚ (O el poeta que de pronto cesó de escribir versos)

Gerardo Diego le incluyó en su antología de los poetas de la Generación del 27; sin embargo su singularidad le apartaba en cierto modo de ellos. Escribía disperso, no publicaba más que en revistas de corte vanguardista de la época y casi todo en francés. Luis Cernuda no dudó en atribuir una importancia vital a Larrea como instigador indirecto en algunos poetas del 27 a transitar senderos nuevos: especialmente, el surrealismo (a Lorca, Alberti, Alexandre). Con todo nos sobrecoge aquel silencio radical desde 1932, y ¿por qué?, ¿qué pudo haber sucedido? Ese paréntesis de callado regreso a sí mismo entre esa fecha y su muerte... Aquel viaje en torno a 1929 de París a Perú, ¿pudo haber sido el motivo?

Escribir no es un oficio, ni una profesión y nunca una carrera; al menos, para este vasco inquieto y de rebeldía auténtica: escribir es una función de la trascendencia. "Hoy el arte es un problema de generosidad —decía—. Todo menos el simulacro cobarde". Acaso, ¿la Poesía no está más cerca del Cielo y el poeta, oráculo improvisado y ridículo y pretencioso, no da su "versión celeste" de la Realidad? Juan Larrea otorgaba un especialísimo significado a la Poesía en contrapunto al que otorgaba al poeta, con mucho, insignificante. No es jamás la literatura una excusa, sino la verdad palpitante en el artista y la urgencia de expresarla. Escribirla en las noches oscuras del espíritu, cuando el cuerpo lo exija, tire de él y por necesidad tenga algo, en efecto, que decir a los hombres o a quien quiera escucharlo y tenga oídos para hacerlo. Casi el rito del que oficia una apertura de las tinieblas a la luz por ensalmo de la palabra. Incluso, hizo de ser inédito una forma de vivir, una propuesta revolucionaria (pues, hasta 1969 no se juntó su obra dispersa y se editó). Opinaba como el nicaragüense Rubén Darío o el peruano César Vallejo o el boliviano Vicente Huidobro, sus amigos en París. Coincidía con ellos en los fundamentos radicales del hecho poético.

Pero hubo en algún momento un replanteamiento de la labor de escribir versos. Porque, tal vez, perdió alguna característica que entendía como inherente al poeta y por desgracia cerró su voz bajo siete candados. Porque, tal vez, la poesía no satisfacía sus necesidades expresivas, como el que detesta la literatura, el arte por su imposibilidad para dar cauce preciso y exacto y verdadero a tanto por decir y contar. Acudiendo, asimismo, el desengaño.

Dejó de escribir versos, y se dispuso a la prosa. Algunos críticos afirman que sus ensayos no son más que una continuación de su vena poética, y no es muy ortodoxo decirlo. Aunque imaginó mundos, un universo propio, una explicación poética de la historia, reuniendo en él juntos a un teólogo y a un poeta (que escribía ensayo).

Juan Larrea tuvo una visión: podría parecer una peregrina invención y, de esta guisa, fue juzgada; no obstante no era sólo una teoría, sino un credo para él. Occidente por agotamiento renacería en América, en el Nuevo Mundo, un nuevo espíritu creador. La muerte de Occidente, lo viejo (como concepto de superación), y su resurrección en América, lo nuevo, por la intercesión de la Cultura. Así acallando la irascibilidad que rompía el espinazo de Europa (la guerra civil española, las grandes guerras europeas, los extremismos irreconciliables, etc.), un mundo en disolución y viciado de un aire sin desagües hacia un callejón sin salida. América era esa esperanza, o hálito nuevo.

Qué tuvo que contemplar en tierras americanas, en el Perú respirando a pleno pulmón esos nuevos aires: para que tan intensamente enmudeciera su verso. Claro es que sus gentes están cerca de la tierra y la pisan con pies desnudos padeciendo, y manejando esas esencias pegadas a la piel, como la altura y el silencio (en el viento contra las sierras nevadas, en el siseo en quechua de las nubes, en la luz dolorosa y paciente). Las voces antiguas en las piedras, en los altos campos de patatas, en las máscaras doradas de sus antecesores incas, en la danza de multicolores danzantes. Qué pudo ver, y se abrió paso en un místico Juan Larrea.

No era un loco o lo más un visionario que posee un sueño rescatado de un medio hostil al optimismo; quiso tal vez arrancar un horizonte para este mundo que se despedazaba a sí mismo como un perro rabioso. Y pudo verlo en Perú, en Latinoamérica: un no sé qué cosa que nadie más viera. Revisémosle para saber qué quería comunicarnos... Salud.

Nihil Scitur

Enlázalo, si quieres... Escrito por Daniel Espín @ A las 21:02 horas... La Bitácora Del Filósofo Errante.

La Bitácora Del Filósofo Errante. Filosofía a deshoras. Diario Filósofico y Rebelde.  ]





§ COLOFÓN

Este mammotrectus comenzóse a publicar en las calendas de noviembre,
día de todos los santos, año de 2003, desde la muy noble
e ilustre villa y capital de los
Carpetanos.

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Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.
[...]
Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz...”
Blas de Otero,
Pido la paz y la palabra.
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