Debajo del culo adiposo del hipopótamo barbialbo
se acrecientan el Magister, el soufflé Seta y las Moscas labiadas,
y articula el mayúsculo esputo que lametean
los irrisorios dislálicos,
los lacios tontos y los santos bipolares
con gomina
y vítores miasmáticos y viva
españa. La vieja guardia del Apocalipsis
y los tres o cuatro jinetes y los numerarios a horcajadas
sobre su tan brevísimo
y triste talento
cabalgan
sobre burros hirsutos o torpes
y magistrales burradas. Descerrajándose sus chirrioflatulentas
boquitas
de cereza estos braquicéfalos artistas
de la desvaída memoria: se les atascan las elongas quijadas,
cabríos aprendices
de Mefisto...
en halitoseísmos y a trampantojo y en palabrones
más gruesos y sin mesura
que su febril hemoptisis culebreándose
por las comisuras umbrosas
hasta la ciénaga,
ora pro nobis, mi señora Dulcinea, qué asco...
Nihil Scitur